PATRIMONIO PORTEÑO: TRAS AÑOS DE RECLAMOS, AVANZAN PROYECTOS PARA REABRIR SALAS DE MATADEROS, VILLA DEVOTO Y FLORESTA
Al rescate de cines queridos, que son símbolos barriales
El Aconcagua, El Plata y el Gran Rivadavia tienen un fuerte lazo con la identidad de sus barrios. Anuncian ayuda de la Ciudad y la Legislatura.
POR EL GRAN RIVADAVIA. PROYECTARON LA GANADORA DEL OSCAR "EL SECRETO DE TUS OJOS", EN LA VEREDA. Conocieron sus días de gloria entre los años 40 y 60, con sus "miércoles para señoritas" o sus tardes de películas en continuado. Pero desde los 90, con los videos, los multicines de los shoppings y la piratería de películas, los cines de barrio fueron languideciendo. Algunos se convirtieron en templos o supermercados. Hoy, los cines no son negocio, pero los vecinos los extrañan como lugares de pertenencia e identidad. Y luchan para recuperarlos como espacios culturales.
La historia del cine El Plata, de Mataderos, es un ejemplo de tenacidad vecinal. Está semiderruido, pero el Ministerio de Cultura porteño anunció que llamará a una licitación para recuperarlo como Cine Teatro y Centro Cultural Barrial. "Consensuamos un proyecto con los vecinos y las obras podrían empezar en 120 días", confirmó el ministro Hernán Lombardi.
"Para nosotros, el cine El Plata era el Gran Rex de Mataderos -dice Roberto Gutiérrez, de 84 años, un vecino histórico-. Solía ir con mi novia del barrio. La fila más codiciada era la última, para robar algún beso. A fines de los 50, ayudé a organizar festivales a beneficio de ALPI y los dueños nos prestaban el cine para hacerlos. Vino hasta Aníbal Troilo".
En 1987, el cine cerró. Primero lo compraron como depósito para una casa de electrodomésticos. Después, para un proyecto que no se concretó. Y en 2004, los vecinos juntaron 4.500 firmas y lograron que lo adquiriera el Gobierno porteño a través de la Corporación Buenos Aires Sur, durante la jefatura de Aníbal Ibarra. El Ejecutivo pagó $ 1.750.000 y se comprometió por escritura a hacer un centro cultural. La sala, con protección patrimonial, estaba intacta: sólo le faltaban las butacas.
"Cuando asumió Macri como jefe de Gobierno, a espaldas de todos llamaron a una licitación para hacer un CGPC y empezaron a demoler el cine -se indigna el vecino Alberto Dileo-. Con la asociación de comerciantes del barrio recurrimos a la Justicia y, tras dos fallos a nuestro favor, frenamos la obra. Hace poco recuperamos el diálogo con el Ejecutivo, a través de Lombardi. Pero del viejo El Plata sólo quedan las escaleras de mármol".
El plan oficial es habilitar la planta alta como microcine. También poner en valor la fachada, la envolvente arquitectónica, el hall central, techos y medianeras. En una segunda etapa, harán un teatro en la platea y el pullman.
En febrero, los vecinos de Villa Devoto y Villa Pueyrredón empezaron su propia cruzada para salvar otro cine: el Aconcagua, una sala de que cerró hace veinte años y no se salvó de ser templo evangelista. Hasta hace ocho meses, en que quedó vacía y sus dueños decidieron venderla. Preocupados por rumores de demolición, los vecinos continuaron su lucha a través de las cartas de lectores de Clarín. "Nací a la vuelta del Aconcagua y me crié yendo al cine -recuerda Alberto Bandera, de 58 años, que firmó una de esas cartas-. El caramelero y Tito, el boletero, eran gente del barrio. Me acuerdo haber pasado tardes mirando las películas de Tarzán con Johnny Weissmüller, a los 7 u 8 años. Esta sala hace a nuestra identidad y nuestra idea es que se convierta en un teatro. Pedimos que el Gobierno de la Ciudad se haga cargo de ella".
La diputada peronista Silvina Pedreira presentó un proyecto en la Legislatura porteña para otorgarle al Aconcagua una "protección cautelar", para impedir su demolición y proteger su estructura y fachada. Pedreira también impulsa un proyecto, aprobado en primera lectura, para catalogar al Gran Rivadavia, de Floresta, cuyos vecinos también están movilizados.
El Aconcagua y el Gran Rivadavia pertenecen a la familia Suñé. El 14 de abril, en la audiencia pública por la catalogación del cine de Floresta, Edit Suñé explicó: "Estamos muy tristes, pero ya no tenemos más resto para seguir aguantando una propiedad de estas características". Y calculó que para habilitar al Gran Rivadavia como cine habría que invertir unos US$ 500 mil. También dejó claro que, entre los multisalas y la piratería, el cine ya no es un negocio redituable.
Los vecinos lo entienden, pero dicen que hay alternativas. "Pedimos la catalogación para preservar la estructura del cine y que sea vendido para un uso cultural -explica Claudia Carlassara, de Salvar Floresta-. Hacemos hincapié en que la sala se transforme en teatro porque sabemos que nadie va a poder solventar un cine".
El 8 de abril, el ministro de Cultura se reunió con los vecinos y prometió ayuda. "Vamos a ayudar a buscar a alguien que opere la sala, garantizando su uso cultural -contó Lombardi-. Nuestra idea es alquilarla un par de días por semana para proyectos de la Ciudad. Así, podría integrarse a un circuito barrial, adonde vayan los elencos estables del Teatro San Martín o de otros teatros. Igual modelo puede aplicarse para el Aconcagua".
Uno de los interesados en gestionar el Aconcagua es Fabián Pérez, que ya recuperó el cine de Villa del Parque. "El cine Parque está levantando -dice-, pero no es fácil. Hay funciones a las que vienen no más de cuatro personas. Los vecinos quieren reabrir los cines pero después no van. Hay que lograr que vuelvan".
Marta Castro, de 60 años, nació en Floresta. Y todavía recuerda cuando, a principios de los 80, pasaron ET en el Gran Rivadavia. "Mi hijo Juan Manuel tenía 5 o 6 años y era muy miedoso. Cuando ET bajó de la nave, saltó de su butaca y aterrizó sobre mi falda. Cuando yo era chica también iba a ese cine, con mis primos. Nuestros padres nos dejaban en la puerta y después nos pasaban a buscar. Es una tristeza verlo cerrado. Espero que se pueda salvar porque yo sí, voy a volver".